sábado, 13 de noviembre de 2010

la ciudad

Luz roja y los vehículos se detienen. Los niños avanzan de la mano de sus madres por la senda peatonal, tras haber finalizado la jornada escolar. Mientras tanto los autos, camiones, ómnibus y motos esperan ansiosos la señal verde que les permita continuar su recorrido. Una bicicleta se adelanta y se escabulle entre la gente. En el semáforo un malabarista demuestra sus dotes y recoge unas pocas monedas de sus espectadores, dos jóvenes limpian los vidrios de los coches y un vendedor ambulante ofrece útiles escolares sin tener demasiado éxito. Los conductores avanzan. Algunos regresan fatigados de sus trabajos y se dirigen hacia sus hogares para reencontrarse con sus familias. Otros recién comienzan y los más afortunados salen de paseo. En la avenida Hungría, el café de los poetas tiene todas sus mesas ocupadas. Los viejos de saco a cuadrille, pañuelo en el bolsillo y olor a naftalina, se abocan a su tertulia literaria como cada tarde. La gente transita por la calle en diferentes direcciones, las miradas casi ni se cruzan. El otoño barre con las hojas de los fresnos del parque nueve de julio. Unos cuantos niños corretean en él y se hamacan hasta cansarse. Algunas parejas se observan con detenimiento y suspiran con cada palabra. En las veredas aledañas las vecinas barren las hojas que se cuelan hasta allí por causa del viento. El sol se esconde, los ruidos se desvanecen y la ciudad se resguarda.

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